Románticas letras de Fernando Delgadillo ‘apagan’ el frío clima, y encienden los ánimos.


Eran las 9:30 de la noche y la gente seguía llegando al Polyforum de la Feria de Torreón. Grupos de adolescentes, jóvenes en pareja, adultos que acababan de salir del trabajo y señores con toda su familia, ocupaban los distintos asientos, principalmente de la zona VIP que fue la que única que logró un lleno de hasta el 75 por ciento.
El frío comenzó a dejarse sentir, pero quince minutos después la presencia de una figura sobre el escenario comenzó a llenar de calidez el lugar. No se trataba de Delgadillo, pero sí de otro cantautor conocido y querido por los laguneros que gustan de la música de trova; era Juan Carlos Esparza, quien con todo el ánimo y el agradecimiento por la oportunidad de abrir este concierto, ofreció tres canciones antes de pedir a otro talento de la región, Elisa Soto, a que subiera a cantar una cuarta con él, para terminar su espacio con un sencillo de su nuevo disco.
Luego del cambio de guitarra, el reacomodo de la silla y del atril donde se colocó un grueso libro azul, Fernando Delgadillo apareció en jeans y una camisa blanca que daba la impresión de que pronto le calaría el frío, pero no fue así, pues los aplausos y los gritos de sus seguidores lo cobijaron durante toda la velada.
Para empezar, llegó Luna en Lunes, seguida de Ay Amor, ambas, según el cantautor son resultado de dos anécdotas simples contadas por él con su característico sentido del humor. Antes de seguir, Delgadillo aclaró que el concierto estaba planeado para servirse en dos tiempos “el primero y el segundo”, dijo. Para el primero, que él llamó “de cantautorismo”, ofrecería aquellas canciones elegidas por él para la ocasión, entre las que se incluían canciones de su nuevo disco, el que vino a presentar: Parque Naucalli. Así, llegó Noche sin Luciérnagas, El Ajedrez y Disfrazado; y luego otras que son ya conocidas, pero no siempre interpretadas en sus presentaciones, como Balada Marinera, la muy aplaudida Verde Siempre, Tu Hombro Derecho, y Entre Pairos y Derivas, que dedicó especialmente a petición de un amigo suyo.
Esa primera parte del concierto terminó con una triada de canciones plenamente conocidas: Bienvenida, Quizás y Jonás el Enterado, la cual requirió una divertida introducción por parte de su creador.
Sin más anuncio que un “comenzamos con la parte de las peticiones”, Delgadillo se entregó a los laguneros para complacerlos y la primera fue Julieta. Después de la poética Días de Sombrilla, llegó No me Pidas ser tu Amigo, la cual desde los primeros acordes pareció llamar a todos los fanáticos a acercarse al escenario para grabar con sus teléfonos celulares y cámaras fotográficas y de video, ese momento. Fue cuando el concierto se transformó en un “palomazo entre amigos”: todos rodeando desde abajo a Delgadillo, y éste dedicando sus éxitos a todos los asistentes.
“Voy a cantar las canciones que creo que me están pidiendo”, dijo, ya que entre tanto grito no se podía distinguir entre un título y otro. Y así, Hoy ten Miedo de Mí, la gran favorita, hizo acto de presencia. Seguir con las peticiones se volvía complicado porque las voces que provenían de todas partes del foro no se entendían con claridad, pero de cualquier manera, todas las canciones que siguieron fueron gratamente recibidas. Olvidar, Llovizna, Extravío, Tu prisa y Carta a Francia fueron cantadas por Delgadillo y un surtido coro lagunero que ahí se improvisó.
Para anunciar el final de su presentación, Juan Carlos Esparza volvería al escenario, esta vez al lado de Delgadillo, con quien cantó La Bañera, canción que fue presentada por el trovador nacido en el Distrito Federal a través de la narración de una parte de su vida, en la que tuvo bastantes problemas… con las matemáticas.
Finalmente, tres canciones redondearon la noche. Y entre aplausos y un público de pie, Fernando Delgadillo demostró que los 20 años de carrera artística que tiene no han sido en vano, al contrario, le rinden el mejor fruto que pueda tener: conservarse en el gusto del público gracias a su música y su poesía